martes, 4 de octubre de 2011

POR MAR Y AIRE (microrrelato)



C
erca del río había una casa donde vivía el pequeño Tobías. En la ventana, había un avión de papel al que iban a parar las moscas que no sabían volar. El niño, entonces, cogía el avión y lo impulsaba con todas sus fuerzas para hacer feliz a aquellas moscas. Una noche, llena de alevosía, el río trajo hasta la casa un barco de papel. En él, navegaba un camaleón que quería nadar. Este camaleón venía de una casa lejana en la que vivía otro niño, llamado Ezequiel. Este camaleón subió por la pared de la casa de Tobías y, al ver a las moscas, se las comió. El avión quedó hecho una pena y, entonces, el camaleón, para que no se notase su ausencia, lo sustituyó por el barco con el que había llegado hasta allí. Fue un regalo precioso para Tobías, que olvidó rápidamente a las moscas que no sabían volar. Estas, si hubiesen descubierto que sabían nadar, se habrían salvado.

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